El anarquismo tiene en América Latina una amplia historia, rica en luchas pacíficas y violentas, en manifestaciones de heroísmo individual y colectivo, en esfuerzos organizativos, en propaganda oral, escrita y práctica, en obras literarias, en experimentos teatrales, pedagógicos, cooperativos, comunitarios, etc. Esta historia nunca ha sido escrita en su totalidad, aunque existen algunos buenos estudios parciales. Más aún, quienes escriben la historia social, política, cultural, literaria, filosófica, etc., del subcontinente suelen pasar por alto o minimizar la importancia del movimiento anarquista. Hay en ello tanto ignorancia como mala fe. Algunos historiadores desconocen los hechos o consideran al anarquismo como ideología marginal absolutamente minoritaria y desdeñable. Otros, por el contrario, saben lo que el anarquismo significa en al historia de las ideas socialistas y comprenden bien su actitud frente al marxismo, pero precisamente por eso se esfuerzan en olvidarlo o desvalorizarlo como fruto de inmadurez revolucionaria, utopismo abstracto, rebeldía artesanal y pequeño burguesa, etc.
Como todo pensamiento originado en Europa, la ideología anarquista fue para América Latina un producto importado. Sólo que las ideas no son meros productos sino más bien organismos y, como tales, deben adaptarse al nuevo medio y, al hacerlo, cambiar en mayor o menor medida. Decir que el anarquismo fue traído a estas playas por emigrantes europeos es casi acotar lo obvio. Interpretar el hecho como signo de su minusvalía, parece más bien muestra de estupidez. (La idea misma de "patria" y la ideología nacionalista nos han llegado de Europa).
Pero el anarquismo no fue sólo la ideología de masas obreras y campesinas paupérrimas que, arribadas al nuevo continente, se sintieron defraudadas en su esperanza de una vida mejor y vieron cambiar la opresión de las antiguas monarquías por la no menos pesada de las nuevas oligarquías republicanas. Fue muy pronto el modo de ver el mundo y la sociedad que adoptaron también masas autónomas y aún indígenas, desde México (con Zalacosta en Chalco) hasta la Argentina (con Facón Grande en la Patagonia). Muy pocas veces se ha hecho notar que la doctrina anarquista del colectivismo autogestionario, aplicada a la cuestión agraria, coincidía de hecho con el antiguo modo de organización y de vida de los indígenas de México y Perú, anterior no solo al imperialismo español sino también al imperialismo de los aztecas y de los incas. En la medida en que los anarquistas lograron llegar hasta los indígenas, no tuvieron que inculcarles ideología exógenas, sino sólo tornar conscientes las ideologías campesinas del "calpull" y del "ayllu".
Por otra parte, en la población criolla se había arraigado muchas veces una tendencia a la libertad y un desapego por todas las formas de la estructura estatal que, cuando no eran canalizadas por las vías del caudillaje feudal, eran tierra fé para una ideología libertaria. Casi nunca se menciona la existencia (en Argentina y Uruguay) de un "gauchaje" anarquista, que tenía su expresión literaria en los payadores libertarios. Pero aún prescindiendo de estos fenómenos, que serán considerados sin duda poco significativos por los historiadores académicos y marxistas, puede decirse sin lugar a dudas que el anarquismo echó raíces entre los obreros autónomos mucho más profunda y exté que el marxismo (con la sola excepción, tal vez, de Chile).
Aún cuando, desde un punto de vista teórico, el movimiento latinoamericano no haya contribuido con aportes fundamentales al pensamiento anarquista, puede decirse que desde el punto de vista de la organización y de la praxis produjo formas desconocidas en Europa. Así, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) fue ejemplo de una central que, siendo mayoritaria (hasta llegar a constituirse, de hecho, en cierto momento, en central única), no hizo jamás ninguna concesión a la burocracia sindical, al mismo tiempo que adoptaba una organización diferente tanto de la CNT y demas centrales anarcosindicalistas europeas como de la IWW norteamericana. Otro ejemplo, típico latinoamericano, es la existencia del Partido Liberal Mexicano, el cual pocos años después de su fundación adoptó una ideología que, sin ninguna duda, era anarquista (por obra, sobre todo, de Ricardo Flores Magón) y que, sin embargo, conservó su nombre y siguió presente como partido político (lo que le valió duras críticas de algunos ortodoxos europeos como Jean Grave).
De todas maneras, si se exceptuamos este caso singular, puede decirse que en América Latina el anarquismo fue casi siempre anarcosindicalismo y estuvo esencialmente vinculado a organizaciones obreras y campesinas. Hubo, sin duda, algunos anarcoindividualistas en Argentina, Uruguay, Panamá, etc., y también algunos anarco-comunistas enemigos de la organización sindical (en Buenos Aires, durante las décadas de 1880 y 1890), pero la inmensa mayoría de los anarquistas latinoamericanos fueron partidarios de un sindicalismo revolucionario y antipolítico (no, como suele decirse equivocamente, a- político)...
Por otra parte, el anarquismo presenta también algunos rasgos diferenciales en los diferentes países de América Latina. En Argentina ha sido, con la FORA, más radical, hasta el punto de ser considerado extremista por la CNT española. En Uruguay ha sido mas pacífico, como ya señalaba Nettlau, tal vez porque menos perseguido (excepto durante la última dictadura). En México ha tenido significación en el gobierno, no sólo por la participación del magonismo en la revolución contra Porfirio Díaz, sino también porque la Casa del Obrero Mundial brindó a Carranza sus "batallones rojos" en la lucha contra Villa y Zapata y porque los dirigentes de la CGT polemizaron con el propio presidente Obregón. En Brasil, por el contrario, estuvo siempre al margen de toda instancia estatal, y la república militar-oligáquica nunca lo tomó en cuenta sino para perseguir, desterrar o asesinar a sus militantes. Fenómeno típico de ciertos países latinoamericanos, entre 1918 y 1923, fue el anarco-bolchevismo. En Argentina, Uruguay, Brasil y Mé sobre todo, al producirse en Rusia la revolución bolchevique, muchos anarquistas se declararon partidarios de Lenin y anunciaron su incondicional apoyo al gobierno soviético, pero no por eso dejaron de considerarse anarquistas. Esta corriente desapareció con la muerte de Lenin, pues quienes decidieron seguir a Stalin ya no se atrevían sin duda a llamarse "anarquistas".
En todos los países del área el anarquismo produjo, además de una vasta propaganda periodística y copiosa bibliografía ideológica, muchos poetas y escritores que, con frecuencia, fueron figuras de primera línea en las respectivas literaturas nacionales. No en todas partes, sin embargo, fueron igualmente numerosos y significativos. En Argentina y Uruguay puede decirse que la mayoría de los escritores que publicaron entre 1890 y 1920 fueron, en algún momento y medida, anarquistas. En Brasil y Chile hubo asimismo, durante ese perído, no pocos literatos ácratas, aunque no tantos como en el Río de la Plata. En Colombia, Venezuela, Puerto Rico, etc., si bien no floreció una literatura propiamente anarquista, la influencia de la ideología libertaria se dió más entre literatos y poetas que en el movimiento obrero. Es importante hacer notar, sin embargo, que aún allí donde literatura y anarquismo fueron casi sinónimos, como en el Río de la Plata (en el período mencionado), los intelectuales anarquistas nunca desempeñaron el papel de élite o vanguardia revolucionaria y nunca tuvieron nada que ver con la universidad y con la cultura oficial. En esto el anarquismo se diferencia profundamente del marxismo.
La decadencia del movimiento anarquista latinoamericano (que no comporta, sin embargo, su total desaparición) se puede atribuir a tres causas: 1) Una serie de golpes de Estado, más o menos facistoides, que se producen alrededor de 1930 (Uriburu en Argentina, Vargas en Brasil, Terra en Uruguay, etc.); todos caracterizados por una represión general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y los anarquistas en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular enteramente la estructura organizativa y propagandística de las federaciones obreras anarcosindicalistas. 2) La fundación de los partidos comunistas (bolcheviques). El apoyo de la Unión Soviética y de los partidos afines europeos les confieren una fuerza de la que carecen las organizaciones anarquistas, sin más recursos materiales que las cotizaciones de sus propios militantes. En algunos paises más (Brasil), en otros menos (Argentina), hay anarquistas que se pasan al partido comunista. 3) La aparición de corrientes nacionalistas-populistas (más o menos vinculadas con las fuerzas armadas e inclusive, a veces, con los promotores de golpes fascistoides).
La particular situación de dependencia en que se encuentran los países latinoamericanos ante el imperialismo europeo y, sobre todo, norteamericano, deriva la lucha de clases hacia las luchas de "liberación nacional". Los trabajadores visualizan la explotación de que son objeto como imposición de potencias extranjeras. La burguesía (nacional y extranjera) vinculada a ciertos sectores del ejército y la iglesia católica, los convence de que el enemigo no es ya el Capital y el Estado, sino sólo el Capital y el Estado extranjeros. Esta convicción (habilmente inducida) es, en realidad, la causa principal de la decadencia del anarquismo. Todo lo demás, inclusive las dificultades intrínsecas que afectan a una organización anarquista en el mundo actual (como la necesidad de hacer funcionar sindicatos sin burocracia y la real o aparente inviabilidad de sus propuestas concretas) es secundario.
ANGEL J. CAPPELLETTI (CORREO A, # 25, pp. 16-17; abril 1994)