El Anarquismo desde abajo



El anarquismo desde abajo
(por Horacio Seo)

“El anarquismo en su génesis, sus aspiraciones, sus métodos de lucha, no tiene ningún vínculo necesario con ningún sistema filosófico. […] El anarquismo nació de la rebelión moral contra las injusticias sociales. […] Y cuando algunos[…]se propusieron abatir al Estado y a la propiedad, nació el anarquismo”(E. Malatesta)

“La concepción de la anarquía como doctrina de origen proletario y no como descubrimiento de laboratorio y monopolio de filósofos.
Nada extraordinario pedimos. Nuestra polémica del último lustro sólo ha sido inspirada por este objetivo: hacer que los anarquistas no constituyan un obstáculo y un peligro a la difusión y a la realización de la anarquía” (E. López Arango)

Aún se reivindica en los grupos anarquistas cada tanto el origen proletario del anarquismo. Pero también se suele calificar de “prehistoria” del anarquismo a los miles de levantamientos decididos de los sectores más empobrecidos de la sociedad[1] contra todo aquello que los oprimía, si estos se realizaron antes de que los “padres” del anarquismo hablaran. Según este criterio el acercamiento a posiciones anarquistas de Bakunin daría inicio a una serie de pensadores y propagandistas del anarquismo que iluminarían a las masas proletarias inconcientes e incapaces de avanzar por sí mismas hacia su propia emancipación.



Se olvida que el poder ya había reconocido como anarquista en la revolución francesa a toda esa multitud de sans culottes que no quería delegar poder en nadie ni se contentaba con ser representada en ningún parlamento ni por la burguesía revolucionaria de los jacobinos. Y que cuando esta multitud quiso romper tanto con la monarquía como con el proyecto revolucionario burgués (derecha e izquierda del poder) para hacer la revolución por sí misma, su organización y sus más encarnizados defensores fueron atacados y destruidos por todo el arco político en su conjunto.



Se tienden a olvidar los levantamientos que protagonizara el proletariado conciente de sí mismo y autoorganizado en sociedades de resistencia y organizaciones similares en España, Inglaterra y Francia, por ejemplo, ya desde 1830. El gobierno, las autoridades, vuelven a llamarlos por su nombre: anarquistas. Pero varios de quienes estudian y difunden la historia del anarquismo, no muy diferentes en ello de los historiadores de la Academia, esperan a la llegada de intelectuales, la mayoría formados en sectores medios o altos de la sociedad, para dar inicio a La Historia del Anarquismo. Y desde allí eslabonan una cadena de grandes ideólogos que darían a luz movimientos proletarios seguidores de sus doctrinas. Luego embellecen esta cadena con unos pocos héroes, dirigentes y mártires que darían todo por la idea. Más adelante, a falta de movimientos sociales autodefinidos anarquistas, se completa la lista con algunos filósofos más para hacer llegar la línea histórica a la actualidad.



Me apresuro en aclarar que no desmerezco el esfuerzo y el aporte de los intelectuales al desarrollo del anarquismo; pero sí creo necesario llamar la atención sobre el error de difundir al anarquismo como una filosofía (siempre creada por alguien en particular y en relación con la academia) o como una ciencia (como si la insumisión fuera una cuestión de matemáticas). También reconozco el valor de los compañeros que a lo largo de la historia dieron todo por la emancipación de la humanidad de las cadenas del capital y el estado; pero no creo que se les haga favor alguno a ellos ni al movimiento elevándolos como semidioses, o dándolos a conocer sólo por dos o tres hechos violentos en cada caso, o llenando con sus cuadros las paredes y las páginas. No es difundiendo discurso académico (o igual de cerrado y elitista), ni sólo contando historias, ni multiplicando la iconografía como daremos vida a un movimiento anarquista fuerte en la actualidad.



La lucha social es tanto individual como colectiva, y se está llevando a cabo siempre y en todas partes. Dentro de cada uno de nosotros las potencialidades autoritarias y libertarias pelean por desarrollarse una en desmedro de la otra. Dentro de las organizaciones sociales la lucha continúa tanto entre individuos como entre facciones. Y del mismo modo, a nivel colectivo, grupos enteros se arriesgan a romper con su escasa o nula tranquilidad para animarse en mayor o en menor medida, con más o menos conciencia y organización, a pelear por lo que entienden por justicia social contra el régimen que los oprime. Algunos anarquistas la pasan autocomplacidos, discutiendo del anarquismo como dogma, con temáticas y prácticas propias de la más exclusiva isla libertaria, y criticando con sorna a quienes dan la lucha sin seguir al pie de la letra las reflexiones (totalmente desconocidas por el pueblo) del anarquista en cuestión y sus ideólogos. Mientras, el anarquismo se hace presente en numerosos conflictos y acciones, se atreve a la lucha social, avanza y es vencido, reaparece en otra parte con forma totalmente distinta y vuelve a expandirse y a atacar los valores del sistema de la jerarquía y sus mecanismos de control y sometimiento.



Bien decía Anselmo Lorenzo, haciendo autocrítica de lo actuado por los agitadores anarquistas en la fundación de la primera sección española de la AIT, que “Un programa, un manifiesto, una manifestación, las conclusiones de un mitin, una votación, una sonada, aunque por su importancia material tenga carácter de revolución, nada significan si su interpretación corre exclusivamente a cargo de sus inspiradores y directores habiéndola de acatar el mismo pueblo a quien se pretende beneficiar”. Si una organización “anarquista” de masas mantiene la lógica de directores/dirigidos nada se habrá ganado para la anarquía. Como analizó Lorenzo, se puede haber logrado captar la atención de un sector más o menos importante de la sociedad; pero si estas personas no asumen la lucha desde su propia reflexión y convicción, desde su propia experiencia, ante el primer contratiempo o ante oradores de mejor retórica volverán a dejarse guiar hacia donde éstos, o el “sentido común” (la moral del sistema), les indiquen.



Los mismos Malatesta y López Arango (por nombrar a los arriba citados) llamaban a menudo a depurar el anarquismo de los vestigios marxistas que adquiriera desde la primera Internacional. Marxistas o no, el vanguardismo, la política, el etapismo, el sectarismo son sólo algunos de los factores que separan a los grupos autodenominados anarquistas del resto de la población y sus luchas. Así se hace crítica desde afuera de las luchas y en ninguna se participa[2], o se critica directamente desde arriba, desde la idea, siguiendo el camino inverso al que recomendaran Bakunin y tantos otros: hay que ir de la acción a la idea y de la idea a la acción…




Anselmo Lorenzo, bien tajante, diferenciaba así al anarquismo burgués o desde arriba (los anarquistas “intelectuales” o “famosos” de Gorelik) del anarquismo proletario o desde abajo. Y López Arango distinguía al anarquismo filosófico o político del movimiento social anarquista con idénticas caracterizaciones. Ahora bien, no recuerdo que hubiera compañero que discutiera la importancia de la propaganda o la difusión cultural, el problema está en hacer del anarquismo una propiedad de pocos, una carrera intelectual donde con exámenes de ingreso y de nivelación se puede ir subiendo posiciones, ganando prestigio y autoridad. ¿Ah, no leíste a Volin? pregunta despectivo un anarco a un compañero que recién se acerca al grupo. Y se olvida que tampoco lo leyó Bakunin, ¡y que muy pocos de los cientos de miles de compañeros que dieron su vida por la anarquía o, mejor dicho, por la destrucción de toda opresión, habían leído los “textos fundamentales del anarquismo”!



Quien no quiera ver el anarquismo más allá de los asiduos lectores de teoría revolucionaria o de los que participan de un modo u otro en los grupos que, con gran esfuerzo, se dan a la tarea de difundir las ideas anarquistas, tienen una visión extremadamente pobre y limitada de lo que el anarquismo fue, es y puede ser. Y es que el anarquismo es la conciencia de las injusticias de esta sociedad estallando en dolor y amor por los desfavorecidos y en odio contra el sistema que todo lo mata para la satisfacción de unas pocas sanguijuelas. Es la voluntad de expansión de la vida (propia y de los demás) contra sus enemigos: desde el estado mismo hasta el marido golpeador, el patrón y todo tipo de abusón, tanto contra el amo como contra el espíritu de esclavitud.



Esta conciencia no nace sólo del libro[3], sino de todas las experiencias de opresión a las que se ven sometidas las personas y comunidades enteras, y de las prácticas de rebeldía de que van siendo capaces. Y la voluntad de lucha va aumentando a medida que más se vislumbra como posible enfrentar al enemigo (aún dentro de uno). A partir de la práctica de la ayuda mutua con los compañeros, de recibir y dar solidaridad, de reconocer que sólo se consiguen logros importantes mediante la acción directa, y al mismo tiempo, al sentir, vivir la experiencia, de la dignidad de dar la lucha en lugar de sólo gimotear y acatar. Al ver estas experiencias de lucha y organización otras individualidades y grupos encaran sus propias luchas y de a poco se van relacionando. Así nacieron las sociedades de resistencia y tienden a formarse hoy organizaciones de ayuda mutua y acción directa contra el poder en todo el planeta. Así nació la anarquía como idea y el anarquismo como camino o movimiento de liberación. Así nacen y nacerán anarquistas mientras haya quien explote o quien coarte la libertad de los demás.




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[1] Proletario era ya en el imperio romano el que no tenía riqueza alguna y lumpen proletario quien, además, no tenía más que harapos para vestirse.
[2] Como los políticos, que parecen no tener problemas propios, siempre profesionales del conflicto ajeno. De crearlos y resolverlos, siempre en su beneficio.
[3] Es más, diría que en general no nace de libro alguno; pero evidentemente la confrontación de la teoría revolucionaria con la conciencia propia contribuye al menos a acelerar y enriquecer esta conciencia y las consiguientes prácticas. Además es allí cuando la teoría, la idea, adquiere el verdadero carácter de revolucionaria, cuando vuelve a conseguir sacudir los cimientos del sistema imperante, ya sea en una sola persona o en toda una sociedad.